"Brundibár", una ópera infantil checa, fue creada en 1938. Entre 1942 y 1944, fue representada más de cincuenta veces por los niños internados en el ghetto de Theresienstadt (Terezin). Alumnos de una escuela de música de Schwerin la pusieron en escena en 1996. Fueron invitados a representarla en Israel, donde tomaron contacto con testigos de la época, entre los cuales estaba Zvi Cohen, quien fue uno de los niños que hacían música en Theresienstadt.
Introducción
El proyecto de poner en escena la ópera "Brundibár" de Hans Krása constituye un gran desafío para una escuela de música como la nuestra, ya que todos los intérpretes y músicos son discípulos del conservatorio de Schwerin.
Hoy en día cobra importancia reflexionar sobre esta temática del pasado cuyas trágicas consecuencias se hicieron sentir en todas las representaciones anteriores de la misma obra. Nuestro enfoque no sólo busca hablar sobre los problemas, sino lograr una comprensión adecuada a través de un manejo sensible del tema. Tanto para el equipo a cargo de dirigir la puesta en escena como para la dirección de la escuela y los docentes involucrados, fue un particular motivo de alegría que los alumnos y sus padres se mostraran receptivos frente al proyecto desde un inicio; esa actitud facilitó el trabajo de todos los participantes. El hecho de haber podido integrar niños discapacitados en este proyecto es una prueba adicional de las importantes tareas que puede cumplir hoy en día una escuela de música en nuestra sociedad.
Tras varias representaciones, que tuvieron lugar en 1996 y 1997 en Schwerin, y después de una gira a Odense/Dinamarca, se planificó un viaje a Israel en febrero de 1997.
Contexto histórico
Entre las personas que no tenían lugar en el ideario diabólico de los nazis y que en consecuencia eran condenados a la aniquilación también estaban los niños de las así llamadas "razas inferiores". Miles de chicos permanecieron internados en el ghetto de Theresienstadt antes de que la mayoría fuera deportada a los campos de exterminio y muriera asesinada. Lo que quedó son huellas de la vida humana: nombres, datos, fotografías y dibujos, como también poesías, relatos y recuerdos de los pocos que sobrevivieron.
Una de las huellas más conmovedoras de los niños confinados en Theresienstadt lleva el nombre de "Brundibár", una ópera infantil creada en el año 1938 por el libretista Adolf Hoffmeister y el compositor Hans Krása en Praga. El estreno tuvo lugar en el otoño septentrional de 1942 en un orfelinato judío bajo el mayor de los secretos. El compositor no llegó a presenciarlo ya que fue deportado, al igual que más adelante los niños que interpretaban la obra, al ghetto de Theresienstadt.
En Theresienstadt llegaron a darse 55 representaciones de la ópera en una nueva versión que tuvo una inmensa repercusión entre los prisioneros - aunque los nazis la usaran para fines propagandísticos. Tanto el compositor como muchos de los niños fueron asesinados en 1944 en Auschwitz.
Después de la guerra, la ópera y su compositor cayeron en el olvido. A pesar de que aún no ha transcurrido tanto tiempo desde esos terribles tiempos, el fantasma del odio racial vuelve a recorrer el mundo - no sólo en tierras lejanas, sino también en nuestro propio país.
El argumento
Brundibár narra una sencilla historia acerca de la lucha entre el bien y el mal. Los hermanitos Aninka y Pepicek están en problemas: su padre ha muerto y su madre está enferma; el médico le ha recomendado leche fresca. Los hermanitos van al mercado; allí, los comerciantes pregonan sus mercancías. Hay de todo y para todos los gustos - para quien lo pueda comprar. Pero los niños no tienen dinero y por eso, el lechero no les venderá ni una gota de leche. Entonces Aninka y Pepicek ven al organillero Brundibár quien con su música cautiva a una muchedumbre que baila, canta y le arroja monedas al organillero. Como Aninka y Pepicek ven que se puede ganar dinero con la música, deciden intentarlo a su manera. Se ponen a cantar una canción para atraer la atención de los adultos. Pero nadie los registra porque sus voces son demasiado débiles para superar el sonido del organillo. Brundibár, el desalmado organillero, no tolera ninguna competencia molesta y finalmente los echa. Ya es de noche cuando se acercan un perro, un gato y un gorrión dispuestos a consolar a los niños, sumidos en una profunda tristeza. Escuchan sus cuitas y prometen ayudarles. Juntos llegan a una conclusión: si los niños se unen para enfrentar a Brundibár, podrán derrotarlo. Esperanzados, los hermanitos se quedan dormidos.
Al día siguiente, los animales convocan a todos los niños del vecindario. Se unen contra Brundibár, quien intenta en vano poner fin a los cánticos de los niños. Finalmente, también los adultos los perciben y se muestran por demás generosos. Ahora, Aninka y Pepicek pueden ganar dinero con sus canciones para comprar la leche que necesita su madre. Pero el malvado organillero se les acerca subrepticiamente y les roba todo el dinero. Entonces los niños y los animales se unen para perseguirlo y terminan venciéndolo. Finalmente, Brundibár es expulsado de la ciudad [ver imágenes].
A Israel
La idea de llevar la puesta en escena de "Brundibár" a Israel surgió más bien por casualidad. Cuando estábamos preparando la puesta, planificada para el mes de agosto de 1996, establecimos contacto con la sobreviviente Ruth Elias, quien a la sazón vivía en Israel, para invitarla a presenciar nuestras representaciones de "Brundibár" en Schwerin. Al conversar por teléfono me enteré de su libro "La esperanza me mantuvo viva" ["Die Hoffnung erhielt mich am Leben"] en el que escribe sobre su paso por Theresienstadt. Fue tal el shock que me causó leer ese testimonio, cuya existencia había ignorado hasta entonces, que decidí hacer todo lo que estuviera en mi alcance para luchar contra el olvido. Durante otra conversación telefónica con Ruth Elias surgió la idea de llevar la puesta en escena de Schwerin a Israel para que nuestros alumnos conocieran ese país y para mostrar a los sobrevivientes de Terezin que residen en Israel que hay jóvenes alemanes que no caen en la trampa de las consignas de los grupos de extrema derecha, sino que por el contrario se confrontan con la problemática del Holocausto con mucha profundidad.
Durante bastante tiempo no supimos si iba a ser factible organizar y financiar nuestro viaje. Para no despertar falsas expectativas, tratamos de mantener todo el proyecto en secreto; sólo unos pocos estaban al tanto e incluso utilizábamos un código, "reestreno en Parchim", para evitar las preguntas demasiado curiosas. Fue un logro sorprendente que mantuviéramos el secreto durante las semanas decisivas de la organización previa, hasta que quedara asegurada la financiación del proyecto. .
Sin embargo, hubo otro problema que tan sólo se resolvió en el mes de septiembre. En vistas de las tensiones políticas en Israel, nos preocupaba que los padres no quisieran que sus hijos participaran del viaje. Por nuestra parte, sondeamos todas las posibilidades de un primer acercamiento cuidadoso.
En el nivel político y diplomático obtuvimos un apoyo enorme. Cabe mencionar por ejemplo al vicecónsul del Estado de Israel, Josef Levi, quien nos vino a visitar a Schwerin y se prestó a responder los interrogantes de los padres. Al poco tiempo quedó en claro que casi todos los niños iban a poder viajar y después, todo sucedió vertiginosamente. Hubo que organizar los lugares para representar la obra, resolver los requisitos formales para trasladar los instrumentos y la utilería y conseguir los recursos financieros respetando el derecho administrativo y el bloqueo de fondos dispuesto en aquel momento para la administración pública. Por eso me pareció un pequeño milagro cuando el 4 de febrero de 1997 partimos en un avión de EL-AL, llegando a la noche a nuestro destino, un hotel en Netanya.
El programa previsto para la semana en Israel abarcaba dos funciones en Megiddo y Mizra, una visita a los memoriales israelíes de Beith Terezin (donde los niños se encontraron con sobrevivientes del Holocausto, ver Audio/Vídeo) y de Yad Vashem, además de otros lugares históricos como Massada, Caesarea, Akko y Haifa.
En la mañana posterior a nuestra llegada, nos enteramos de un accidente de helicóptero por el cual se dispuso duelo oficial durante tres días. En consecuencia, se canceló nuestra primera representación en Mizra. Todos los participantes demostraron gran comprensión ante la cancelación, pero al mismo tiempo la noticia nos puso en estado de conmoción: ¿acaso todos los preparativos habían sido vanos?
Gracias a que nos habíamos hecho amigos de la familia Elias, a la noche nos encontramos en su casa para pensar juntos en la situación. Kurt Elias tuvo una idea brillante: nos propuso que actuáramos ante sobrevivientes que residen en un asilo de ancianos - seguro que iban a alegrarse de ver nuestra puesta en escena...
En menos de cuarenta horas hubo que improvisarlo todo. Con éxito, por cierto: actuamos allí, dos días después se dio la posibilidad de hacer una función en Megiddo. Para mí, esos conciertos se transformaron en una de las experiencias más movilizadoras de mi vida.
En general, luego de las funciones se nos acerco mucha gente para felicitarnos y agradecer a los niños. En el asilo de Kfar Saba, los chicos fueron invitados a tomar el té y recibidos con inesperada cordialidad. Después de la función, un señor mayor me dijo: "Juré no volver a pisar suelo alemán; después de esta representación, ya no sé por qué". Una señora conversó con nosotros en inglés antes de la función. Nos dijo que se había autoimpuesto no volver a hablar alemán nunca más ya que la mayoría de sus parientes habían muerto en campos de concentración; tampoco quería comprar productos alemanes. Después de la función se nos acercó y rompió el tabú: tras varias décadas, volvió a hablar en alemán.