Alumnos del 10º año de una escuela del distrito de Spandau en Berlín visitaron Israel acompañados por un grupo de docentes en el marco de un programa de actividades auspiciado por la ciudad hermana de Ashdod. En dicha ciudad, fueron alojados en casas de familias. La visita al memorial Yad Vashem causó profunda emoción a todos quienes participaron de la experiencia. Como contrapartida, alumnos israelíes visitaron Berlín.
En mayo de 1997, el 10º año de la Bertolt-Brecht-Oberschule visitó Israel en lugar de reiterar el tradicional viaje a Gran Bretaña con sus habituales visitas a la tumba de Karl Marx en Highgate, a los pintorescos pueblos en Cotswolds, a las turberas de Exmoor o a lugares que constituyeron la cuna de la revolución industrial.
La idea del viaje surgió mucho tiempo antes, más exactamente en octubre de 1993 cuando en ocasión de visitar Israel con el Grupo Israel del Sindicato de Educadores y Científicos (GEW) tuve la oportunidad de conversar con numerosos colegas en diferentes escuelas e instituciones educativas y apreciar el moderado optimismo crítico que había generado el proceso de paz que comenzaba a despuntar. Súbitamente la convivencia pacífica en Medio Oriente parecía posible. De modo que mi sugerencia de hacer un viaja a Israel despertó interés entre alumnos y padres. Poco después, nuestras esperanzas naufragaban en la lluvia de piedras lanzadas en Hebron, Nablus, Ramallah.
En marzo de 1996 participé en el 18º Seminario Germano-Israelí organizado por el GEW y el sindicato de docentes israelí Histadruth Hamorin. La estrecha cooperación con los colegas y la amistad superadora de los abismos que dejaron las tumbas del pasado hicieron que retomara los planes de viajar con un grupo de estudiantes a Israel.
En agosto de 1996 solicité al alcalde del distrito de Spandau que considerara la posibilidad de incluir el viaje a Israel en el marco del programa de la hermandad que mantiene Berlín con la ciudad israelí de Ashdod. La respuesta desde Ashdod resultó más que alentadora. En lugar de los cuatro días previstos, el colega a cargo del programa de intercambios estudiantiles del Departamento Juvenil propuso incluir todo el viaje de estudio. Sugirió que los alumnos fueran acomodados en casas de familias y que los hijos de las familias anfitrionas nos acompañaran en nuestras actividades. Esto era más de lo que yo podía esperar: ¿De qué otra forma los alumnos podrían vivenciar en forma tan intensa este país y su gente?
En ese mes recrudecieron una vez más los enfrentamientos en la Franja Occidental y en Jerusalén. A pesar de que los sucesos dejaron un saldo de 80 muertos, ambas partes regresaron con sorprendente rapidez al anterior estado de cosas. Para los alumnos y sus padres fue importante una reunión informativa en la escuela con el vicecónsul de Israel. Durante el encuentro quedó aclarado que era necesario hacer una distinción entre Israel y la Franja Occidental.
Dado que durante el receso escolar de Pascuas (marzo de 1997) me encontraba en Israel preparando el viaje de estudios, pude transmitir a los alumnos y padres informaciones sobre los acontecimientos en la frontera con Jordania (asesinato de 7 alumnos a manos de un soldado jordano en la "Isla de la Paz"), el atentado en Tel Aviv y los nuevos enfrentamientos en la Franja Occidental que sirvieron para aventar eventuales dudas sobre la conveniencia de realizar el viaje.
Antes de emprender el viaje a Israel leímos en las clases de alemán la biografía de Shoshana Rabinovic "Gracias a mi madre"; también asistimos a una representación de la obra teatral de Ilan Hatsor "Encapuchados" que aborda la culpabilidad en el conflicto entre israelíes y palestinos; visitamos el centro educativo y conmemorativo Casa de la Conferencia de Wannsee, así como el memorial del campo de concentración Sachsenhausen y elaboramos trabajos sobre toda una serie de temas, además de la confrontación con el nacionalsocialismo y el Holocausto, tópicos éstos previstos en el currículo de Historia del 9º año. En febrero tuvimos la oportunidad de dialogar con el Concejal para asuntos de la juventud y con docentes de Ashdod que visitaban Spandau con motivo de celebrarse un seminario internacional. De todos modos nuestros alumnos demostraron tener mucha valentía al aceptar hacer ese viaje. ¿Se nos reprochará en forma permanente la época nazi? ¿Cómo será la vida familiar? ¿Seré aceptado pese a ser alemán? Ésas eran algunas de las preguntas que nos acosaban. En el caso de los dos alumnos turcos - así como en el caso de Michaela, cuyo padre es palestino con pasaporte alemán y cuya familia paterna ella visita a menudo en el sur del Líbano - se sumaba la duda sobre si serían aceptados por su identidad musulmana y palestina o si, por el contrario, serían rechazados.
La extraordinaria cordialidad y amabilidad con la que todos los alumnos fueron recibidos por parte de las familias que los acogieron disiparon en muy poco tiempo cualquier temor. Se sucedieron los paseos, las invitaciones, citas para después de las actividades previstas en el programa oficial. Jugamos al voleibol y baloncesto, nos reunimos en la playa, comimos pizza y todos se entendieron aun cuando las notas en inglés no siempre fueron muy buenas. Para los alumnos resultó nuevo el trato tanto en las familias como en el grupo: la abierta manifestación de la alegría y la tristeza que no se reprime. Experimentaron una mayor proximidad física en lugar de la habitual distancia. Con alegría vimos que su conducta inconscientemente se fue modificando, que el trato ente el grupo y con nosotros era más distendido. Ciertamente que los momentos más descollantes de nuestro programa [ver Documentos] fueron los días en Jerusalén y los viajes al sur y al norte del país en las que nos acompañaron los hijos de las familias en las que vivíamos. Luego de la salida del sur en Massada y el baño obligado en el Mar Muerto cerca de En Gedi, se realizó una típica "actividad al aire libre" israelí: la caminata por el lecho del río Nahal Argot se transformó en una experiencia totalmente nueva para el grupo. Por una vez no debían preocuparse si se mojaba la ropa. Estos adolescentes que habitualmente comienzan a quejarse después de haber caminado apenas unos kilómetros, recorrieron entusiasmados el tramo nada sencillo de rocas y agua. Unos ayudaron a otros y gradualmente comenzaron a desdibujarse los límites entre un grupo y otro. La caminata finalizó sin incidentes: uno de los principios de la educación israelí es presentar desafíos que fomenten el crecimiento de los jóvenes dentro de parámetros de riesgo calculado, fortaleciéndose así su sentido de comunidad. Las actividades se planifican sobre la base de estos preceptos, en lugar de hacer hincapié en la preocupación por lo que podría salir mal o por lo que los padres, empleadores y tribunales puedan llegar a decir. No obstante, esta metodología presupone un elevado grado de responsabilidad y autodisciplina por parte de los miembros del grupo, dos principios que revisten mayor importancia en la educación israelí que en la alemana. Este primer esfuerzo conjunto tuvo un efecto muy positivo sobre las relaciones entre los adolescentes israelíes y alemanes. La experiencia fue muy fuerte para el grupo. La cordialidad y franqueza de los muchachos y de las chicas israelíes, la vivencia compartida, el paisaje inusual, contribuyeron a que nuestros alumnos pudieran relajarse y expresar sus propios sentimientos.
En la segunda semana visitamos junto con una parte de los alumnos de Ashdod el sitio conmemorativo de Yad Vashem. En el "Valle de las Comunidades" nos esperaban dos colegas (Tova Perlmutter y Chaya Ostrower) de Tel Aviv. El año anterior, durante el encuentro germano-israelí organizado por el sindicato alemán de docentes GEW y su contraparte israelí Histadruth Hamorin, ellas me habían prometido guiarme por Yad Vashem. Los padres de Tova vivieron después de la liberación del campo de concentración en un campo para desplazados en las proximidades de Francfort. Allí nació Tova. A partir de ese momento, los alumnos sienten que el pasado nos alcanza, se dan cuenta hasta qué punto el terror y el genocidio sufrido ha lastimado el alma. Tova no puede seguir hablando, no pensó que le costaría tanto hablar ante un grupo alemán. Pero decide seguir acompañándonos por la exposición.
Le resulta difícil, también a mí me cuesta cada vez más traducir. Apenas me atrevo a hablar alemán por respeto hacia las personas en las fotos y a sabiendas de que los visitantes a mi alrededor pueden haber sido sus parientes. A medida que recorremos las diferentes secciones de la exposición comprendo que los alumnos se sienten hondamente conmovidos y que las barreras armadas profilácticamente comienzan a desarmarse. La compasión con las personas torturadas y asesinadas hace que las lágrimas broten - es en este estado de luto como se produce el encuentro de los jóvenes de Ashdod y Berlín. "La visita me conmovió más que todas las clases a lo largo de los 10 años de escuela", reconocerá más tarde una alumna.
Hemos reservado el "Pabellón del Recuerdo" para una ceremonia conmemorativa conjunta. Los textos de Brecht, preparados por nuestros alumnos, no pueden ser presentados - no está permitido hablar alemán en este sector del memorial. Carine de Ashdod y Peter de Spandau accionan juntos el resorte que enciende la llama eterna, Lior lee una poesía, yo recito la traducción inglesa de la poesía de Brecht. Hablé de cómo ese día para nuestra clase se ha cerrado un círculo - desde el centro educativo y conmemorativo Casa de la Conferencia de Wannsee, pasando por el sitio conmemorativo del campo de concentración Sachsenhausen hasta Yad Vashem. También hablo de nuestra esperanza de que las futuras generaciones que crecen al amparo de un sistema educativo democrático no vuelvan a convertirse en victimarios o espectadores y agradezco al grupo israelí que no nos ha dejado solos ese día. Ravit de Ashdod e Ilona de Spandau colocan la ofrenda floral cuyas cintas ahora llevan la inscripción "Maik Gimel and Bertholt-Brecht-Oberschule, Ashdod and Berlín". Ilan, nuestro colega de Asdod, recita el kaddish.
Colocamos una segunda ofrenda floral en el monumento a Janusz Korczak en Yad Vashem.
Salimos del pabellón de las estrellas casi infinitas y de las incontables inscripciones de nombres de niños asesinados. Afuera nos saluda el verde de la esperanza, nuestra mirada se dirige a la nueva Jerusalén, al futuro.
Siento que es un especial lazo de unión el que Carine lleve puesta la camiseta de la Bertolt-Brecht-Oberschule de Berlín. Lo hizo muy conscientemente.
Para finalizar, visitamos la tumba de Rabin en el monte Herzl. Un grupo de alumnos tras otro llega a la tumba cuya piedra de mármol negro del norte y la piedra calcárea blanca del sur simbolizan todo el país Israel. Los jóvenes muestran su tristeza - apenas imaginable en Alemania cuando se visita la tumba de un político. Rabin encarnaba la esperanza de paz de muchos habitantes de la región. Más tarde nos enteramos que esa noche en muchas familias se habló de Yad Vashem, de la experiencia del día de hoy. Tenemos la impresión que este día, este luto compartido constituye la parte más importante de nuestra estadía en Israel. Los vínculos entre ambos grupos salieron fortalecidos.
La despedida: hacia las 23.00 horas llegamos al club juvenil. La idea es festejar hasta la partida en horas de la madrugada - ojos llorosos, escenas de despedida conmovedoras entre las familias que albergaron a los jóvenes y sus huéspedes alemanes: en poco tiempo surgió una estrecha relación. La pregunta de los jóvenes de Ashdod es: ¿cuándo podemos viajar a Berlín? Sé que Ashdod no tiene previsto una visita a Alemania. Sólo puedo aconsejarles hablar con todas las personalidades importantes de la ciudad y plantearles su pedido. La despedida en el aeropuerto está signada por las lágrimas. Berlín nos recibe con tiempo frío, lluvioso, los adultos comprueban sorprendidos que sus hijos se despiden de nosotros como aprendieron a hacerlo en los últimos 15 días: con abrazos, con un beso en la mejilla derecha y otro en la izquierda. Los años de socialización les impiden, sin embargo, abandonar el saludo formal, lo que resultó muy enigmático para sus amigos en Ashdod: ¿si se entienden bien con los docentes, por qué no los llaman por el nombre de pila como se hace en Israel?
Una semana antes de concluir el año lectivo, a mediados de junio de 1997, me llama Ilan: "vamos a Berlín". En el término de una semana, las invitaciones del alcalde, de la escuela y de los padres están camino a Ashdod. La cooperativa de la escuela nos prometió hacerse cargo de los costos para el transporte urbano de pasajeros. La clase ya no existe (la mayoría se recibió poco después del viaje a Israel), pero a pesar de ello no hay problemas con el alojamiento y con el programa. El 13 de agosto hay un reencuentro y la despedida el 27 es todavía más dolorosa que la primera vez en Israel. Pero los contactos continúan en el ámbito privado. Para las fiestas de Navidad/Año Nuevo 1997/1998 tres de mis ex alumnos se encuentran realizando visitas particulares en Ashdod.