Dos alumnos de Inowrocław (antes Hohensalza) investigaron las relaciones entre alemanes y polacos al principio de la Segunda Guerra Mundial mediante documentos e informes de testigos presenciales para el 6° concurso de historia de la Fundación Stefan Bathory y el Centro Karta “Entranjeros entre nosotros - Experiencias en el siglo XX”. Por medio de ejemplos mostraron cómo la vecindad se convirtió en una enemistad mortal que causó muchas víctimas inocentes en ambos bandos.
La casualidad quiso literalmente que Paulina Tomczykowska y Krystian Chołaszczyński, ambos de 16 años y alumnos de un instituto de Inowrocław, se ocuparan de la gran historia. Un compañero de clase había traído un antiguo rótulo de calle para el museo de la escuela que había sido desenterrado en unas obras y que llevaba la inscripción alemana en letra gótica Herbert-Lemke-Straße. Con ayuda del profesor de historia los alumnos constataron pronto que la ulica Przypadek [calle de la casualidad], situada en la parte norte de Inowrocław cerca del casco antiguo, se había llamado así durante la época de ocupación alemana desde 1939 a 1945. ¿Quién era el patrón del nombre? ¿Por qué había sido honrado de esta manera? ¿Por qué había merecido esos méritos? Los autores del proyecto quisieron encontrar respuestas a estas preguntas.
En principio recurrieron a la relativamente abundante literatura que hay sobre la historia de la minoría alemana que había vivido desde el penúltimo siglo hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en Kujawien. Analizaron su número que varió dependiendo de la historia o más bien de la política. A través de fuentes y descripciones se formaron una imagen de las activas organizaciones y asociaciones nacionales, culturales y políticas de los alemanes, pero también de la enseñanza, la iglesia y la prensa. Discutieron el cambio que se produjo por la difusión de la concepción del mundo nacionalsocialista y de una intensa propaganda. Conocieron a importantes personalidades de la vida pública. Analizaron lo que era oficial y lo que se dirigía -en secreto- contra el orden político existente.
Todo el panorama histórico que expusieron y que no constaba sólo de hechos, números y nombres, sino también de títulos de libros y artículos, números de referencia de documentos y numerosas notas, les sirvió tan sólo de introducción para investigar a través de informes de testigos de la época y de forma muy realista la historia de las personas que vivían desde hacía años unas al lado de las otras, que se conocían bien, y que se encontraron de pronto con una barricada entre ellas.
El director del proyecto, Edmund Mikołajczak, esboza sus premisas como sigue:
„La Kujawien occidental que antes se llamaba la Kujawien de Inowroclaw, estuvo desde la Edad Media bajo el influjo de tres culturas, la polaca, la alemana y la judía. La presencia conjunta de estas tres nacionalidades era algo natural, aunque se diesen contradicciones, ya que prevalecía la convicción de que era necesario preocuparse de forma conjunta por el bienestar de la ciudad y de la región.
La Segunda Guerra Mundial puso fin a la Inowrocław multinacional. Tras 1945 la ciudad se convirtió en polaca y su historia anterior permaneció desconocida o incomprensible para la generación posterior de los polacos del lugar, en lo que influyó de manera esencial la propaganda antialemana de los años 50 y 60 ya que ésta puso de relieve sólo partes escogidas de la historia de la ciudad, en primera línea los momentos de sufrimiento. Los monumentos que recordaban a otra nacionalidad que no fuese la polaca fueron destruidos casi por completo (en los años setenta fue allanado el único cementerio evangélico). Como resultado, los jóvenes y habitantes algo más mayores no saben con certeza qué factores históricos han marcado a los actuales habitantes de Inowrocław.
Todo esto me llevó a interesar a los jóvenes por un trabajo de concurso sobre un tema que permitiese ilustrar de forma más concreta los problemas de nacionalidades en Inowrocław, en este caso el aspecto alemano-polaco. Dado que hasta el día de hoy no se ha aclarado si los alemanes residentes en el lugar en septiembre de 1939, antes de la incorporación de las tropas regulares, es decir, de la “Wehrmacht”, fueron culpables de sabotaje, esto constituía un buen pretexto para ocuparse de esta temática que aún resulta más interesante si se da la posibilidad de remitirse a los recuerdos de testigos de la época. Los jóvenes pudieron de esta forma convencerse de qué distintas son las experiencias y opiniones de los habitantes que todavía se acuerdan de la época de la ocupación. Fueron capaces de comprender la complejidad del problema y conocer la verdadera historia, no del todo sencilla sino más bien intrincada. Los resultados de sus investigaciones fueron también presentados a otros alumnos y alumnas de forma que de esta manera se amplió el círculo de aquellos que tuvieron la posibilidad de interesarse por la temática mencionada.”
En la época de Bismarck y de la desacreditada Comisión de Asentamiento llegaron muchos colonos alemanes a Kujawien occidental. A veces ocupaban pueblos completos como por ejemplo Palczyn, Rojewo, Rojewice, Parchanie y Dąbrowa Biskupia en el norte del distrito de Inowrocław. Antes de la primera Guerra Mundial el número de habitantes alemanes en el distrito de Inowrocław ascendía a casi 30.000. Los alemanes ostentaban la superioridad en la administración local, realizaban casi todas las funciones más importantes, por ej., proponían al “Landrat” (dirigente de la administración del distrito) o al alcalde de Inowrocław que entonces, al igual que en la época de ocupación alemana, se llamaba Hohensalza.
Tras 1918, cuando Polonia se convirtió de nuevo en un estado independiente, no todos los alemanes se conformaron con el status de ciudadanos leales del nuevo estado y emigraron paulatinamente. En indicaciones de las fuentes se encuentra la información de que el número de alemanes en este territorio se redujo a 12.333 hasta 1921 y que en 1926 sólo ascendía a 8.455. En esta situación se mantuvo durante los años treinta. Dado que la población polaca superaba entonces los 63.000 y que otras nacionalidades sólo estaban representadas de forma marginal, el porcentaje de la población alemana se elevaba a un 11,5. En Inowrocław las relaciones eran algo diferentes. Aquí los polacos tenían una clara superioridad. En 1939, de los 40.520 habitantes, 39.391 eran polacos, 965 alemanes y 173 judíos. En la administración municipal la situación había cambiado de forma diametral. En la época de entreguerras se eligieron exclusivamente a polacos como concejales. Los alemanes eran como mucho alcaldes de los pueblos. Sin embargo, éstos mantuvieron una intensa actividad en el ámbito social, cultural y escolar que no siempre coincidía con la razón de estado polaca.
La autora y el autor del proyecto se interesaron especialmente por la época inmediatamente anterior al comienzo de la guerra y los primeros días de la guerra, es decir, hasta el 8 de septiembre, día en que la “Wehrmacht” tomó la ciudad. Hasta ahora nadie se había dedicado de forma detallada a este tema. Se puede incluso decir que éste se intenta evitar. Ningún historiador aclara tampoco por qué Herbert Lemke dio nombre a una calle. La única huella escrita es un plano de la ciudad de la época de la ocupación que se conserva en el archivo de la ciudad de Inowrocław. Se puso de manifiesto que había varias calles con enigmáticos patrones de nombres: una calle Otto-Fuchs (la actual ulica Karola Marcinkowskiego / calle Karol-Marcinkowski), una calle Julius- Kadolowski (ulica Orłowska), una calle Otto-Berndt (ulica Jacewska), una calle Otto-Schmidt (Stare Miasto) y una calle Karl-Scheidler (ulica Młyńska). Un análisis dio por resultado que las personas mencionadas no eran personas conocidas por méritos sobresalientes, sino ciudadanos completamente normales del lugar. La autora y el autor decidieron por lo tanto dirigirse a habitantes de edad avanzada para enterarse de por qué precisamente estos hombres fueron honrados de tal manera. Pidieron colaboración a otros compañeros y compañeras de clase ya que muchos de ellos aún tienen abuelos y conocidos que se acuerdan de esta segunda mitad de los años treinta. De esta manera se llevó a cabo el proyecto a través del cuál debía aclararse si los polacos y alemanes que antes vivían en Kujawien eran vecinos leales o enemigos.
La autora y el autor utilizaron para ello 18 informes de habitantes de Inowrocław y alrededores no publicados hasta el momento, entre ellos también los de dos alemanes (la mayoría de los informes surgieron por este motivo, dos habían sido documentados antes), y completaron el total con tres informes polacos que ya habían sido publicados antes. Estos en total 21 informes fueron, según la opinión de los dos investigadores, una buena oportunidad para poder hacerse una imagen relativamente objetiva, aunque siendo conscientes de que los informes de testigos de la época suelen estar “contaminados” de subjetividad y de que el tiempo menoscaba tanto los hechos como las emociones que vivieron entonces.
Los polacos consideraron siempre a los alemanes como personas sólidas y organizadas, que sabían administrar y que guardaban el derecho y la ley de forma meticulosa; Así eran los alemanes que habían gobernado en Kujawien en la época de la división (1772-1918). Incluso en 1939, cuando entró la “Wehrmacht”, los habitantes mayores de Inowroclaw se consolaban a ellos mismos y a los demás: „Son alemanes. No nos matarán“ – tal como recuerda el conocido historiador polaco Marian Biskup.
La mayoría de los testigos de la época que fueron entrevistados por la autora y el autor afirmaban que las relaciones entre polacos y alemanes habían sido del todo correctas. A menudo repetían palabras como: amables, buenos, simpáticos. Esto se refierere a contactos en la escuela (sobre ellos habla Zygmunt Frąszczak), de compras (Izabella Piaskowska), en el trabajo (Stefan Przybysz, Stanislawa Filipczak, Genowefa Dudkiewicz, Ewald Reich) y también en las relaciones sociales (Stanisława y Stefan Przybysz, Stanisław Mikołajczak, Kazimierz Strauchman, Kunegunda Szczupak) [Véase también documento 1: Los alemanes como compañeros de trabajo y vecinos].
Las amistades infantiles y los juegos conjuntos (también entretenimientos y bailes de adultos que el matrimonio Przybyszewski recordaba conmovido) aparecen en muchos informes de testigos de la época. Se puede decir que constituía la norma y que raras veces se daban excepciones. Sólo el señor Stanisław Głęboczyk habló de una actitud claramente hostil („En las escuelas sólo era válida la lengua alemana. Los profesores alemanes trataban mal a los alumnos polacos, les golpeaban en los dedos y decían: cerdos polacos”). Sin embargo, el testigo confunde claramente la época de entreguerras con la situación que se dio durante la “lucha cultural” cuando los niños polacos debían ser “germanizados”, es decir, alemanizados.
El lugar de trabajo es importante para los contactos entre las personas. En este contexto, e independientemente de las diferencias nacionales, se dan siempre situaciones que originan malos entendidos o conflictos directos. A menudo se daba el caso de que jóvenes polacos trabajaban para familias alemanas ricas. La señora Genowefa Dudkiewicz, que trabajaba de niñera, no se queja de su patrón. Pero su declaración - „En comparación con otros polacos que trabajaban para los alemanes a mí no me iba tan mal.“ - sugiere que las relaciones entre patronos y trabajadores no eran siempre buenas.
Por el contrario, en la finca de los Heidebrecks en Markowice se daban muy buenas relaciones. En este punto coinciden la señora Stanisława Filipczak (polaca) y Ewald Reich (alemán). Tampoco se escuchan quejas por parte de los polacos que trabajaban en la jardinería de Otto Fuchs; por el contrario, se dice de él que fue “una persona muy correcta” (Stanisław Mikołajczak, Izabella Piaskowska).
Con gran probabilidad uno se puede arriesgar a afirmar que en el lugar de trabajo contaban más las cualidades como la honradez, diligencia o formalidad y menos la procedencia nacional. La negativa opinión que tiene el señor Władysław Hetmaniak de un alemán llamado Seidel, que trabajaba en el local de su padre, proviene seguramente más bien de los defectos reales del trabajador („caprichoso, obstinado, malicioso y más bien hostil frente a los polacos“) que de prejuicios nacionales del empresario. El señor Hetmaniak se acuerda del dueño alemán de la bodega al por mayor llamado Radetzki que se comportaba de forma muy maliciosa frente a todos. Sin embargo es difícil comprobar la opinión de este testigo de que los alemanes se mostraban hostiles frente a los polacos que no poseían patrimonio, negocio o local propio y que, por lo tanto, debían trabajar para otros.
Cabe igualmente dedicar algunas palabras a la cuestión de si los polacos boicoteaban los negocios alemanes. En las narraciones de los testigos aparece repetidas veces el nombre del comerciante de leche alemán Jauch que tenía su tienda en la ulica Św. Andrzeja [Calle San Andreas]. „Jauch se portaba bien con todos los trabajadores y era amable con los clientes”, dice Izabella Piaskowska. En su tienda compraba también la madre del señor Kazimierz Strauchmann que recuerda : „Mi madre no despreciaba a los alemanes del lugar y no veía el motivo de comprar exclusivamente en tiendas polacas.“
Pero la señora Jadwiga Giełwanowska puntualiza claramente: „Los polacos apoyaban al pueblo polaco, compraban en tiendas polacas e iban a médicos polacos.“ ¿Qué era entonces cierto? Seguramente a veces era de una manera y a veces de otra. Se puede comprender que los polacos en muchos casos compraran en tiendas polacas por motivos prácticos, porque éstos estaban cerca o porque conocían a los dueños . El panadero Wybrański, el lechero Płotka, el carnicero Benedykciński, los farmacéuticos Moll, Reszka o Ośmiałowski, el librero Knast – todas estas eran empresas polacas conocidas y apreciadas. El lema „Compra sólo a polacos “ no era por lo tanto una frase vacía de significado. Sin embargo, el boicot afectó más a los negocios judíos que a los alemanes, lo que se pone claramente de manifiesto en el „Dziennik Kujawski“ [diario de Kujawien].
El 28 de abril de 1939, cuando Hitler rescindió la declaración de renuncia a la violencia alemano-polaca, una parte de la minoría alemana tomó una actitud fuertemente hostil frente al estado polaco. Hubo casos de espionaje que eran cada vez más frecuentes. El problema de la "quinta columna" se agudizó. La "Selbstschutz" (“Autoprotección”), una organización secreta que había creado Himmler y cuyas estructuras ya existían antes de septiembre de 1939, se formó en gran parte con el reclutamiento de alemanes residentes en el lugar. El sector norte estaba dirigido por el SS-Oberführer Ludolf von Alvensleben.
También los polacos realizaron preparativos para una eventual guerra. En las existencias del museo del instituto de enseñanza secundaria I „Jan Kasprowicz“ se encuentran referencias a ellos. La crónica de la Bratnia Pomoc [ayuda fraternal] contiene fotos que muestran cómo los representantes del instituto de enseñanza media entregan como regalo utensilios de guerra al comandante del gran regimiento de infantería polaco n° 59 estacionado en Inowrocław. Las imágenes de acciones de trabajo honoríficas y de ceremonias nacionales ilustran claramente el aumento del ambiente patriótico en aquellos días.
Donde mejor se muestra la situación que regía en la primera mitad del año de 1939 en el distrito de Inowroclaw es en el „Dziennik Kujawski“. En abril y mayo numerosos artículos informan del reclutamiento de voluntarios que se alistaban como “torpedos” vivientes. Tal como indica el periódico, una persona así podía ocasionar al enemigo daños por valor de 300 a 500 millones de eslotis. En Inowroclaw no faltaban voluntarios. Incluso se alistó una exploradora de 15 años del departamento “Generalin Zamoyska“.
Se acusó a los alemanes de llevar a cabo una especulación monetaria porque de repente desaparecieron las monedas de 2, 5, y 10 eslotis de la circulación. Hubo también una fuerte disputa acerca de los estanques de la ciudad y de los lagos de los alrededores; ya que todos sabían que los alemanes de Inowroclaw habían arrendado los lagos más ricos de peces de los alrededores, el lago Janikowskie, Trlag, Mielno y Wolickie. También las lecherías se convirtieron en un problema que llegó a discutirse cuando se puso de manifiesto que el 90 por ciento del personal dirigente y de la supervisión técnica de las cooperativas lecheras era alemán.
Los habitantes polacos quitaron sin autorización las inscripciones alemanas, entre otras, las del edificio de la logia masona en la ulica Solankowa, y la administración ciudadana requisó el edificio de la escuela alemana que estaba situada en la misma calle.
De los periódicos, sin embargo, no se desprende que las relaciones cotidianas hubiesen empeorado repentinamente. Se informó de algunos incidentes. Ulrich Kuss recuerda que poco antes del inicio de la guerra un trabajador alemán de la imprenta „Kujawischer Bote“ fue asesinado por polacos en los alrededores de Inowrocław. „Murió porque era un alemán“, añadió.
Los testigos polacos no confirman que pasara nada extraordinario. Tadeusz Dreliszak informa: „No nos sentíamos oprimidos por nuestros vecinos“, ni siquiera a la vista de una guerra inevitable.
En los últimos días de agosto las autoridades dispusieron que se abrieran fosas de defensa antiaérea. A Zygmunt Frąszczak no le llamó la atención nada en especial. „El ambiente era muy bueno, tan bueno incluso que no se sentía en absoluto cómo se acercaba la guerra“, recuerda. En un tono similar se manifiesta Kazimierz Strauchman: „En la ciudad no cundió el pánico, todos se esforzaban más bien en mantener la calma.“ Sin embargo todos sentían que – como indica Kunegunda Szczupak – „algo flotaba en el aire“ [Véase documento 2: Preparativos].
Llegó el memorable 1 de septiembre de 1939, un viernes. La radio polaca dio parte ya desde las primeras horas de la mañana del inicio de las acciones de combate.
El mismo día llegaron, provenientes de la dirección Bydgoszcz [Bromberg], los primeros refugiados. Las mujeres de la Cruz Roja Polaca, que dirigían una cocina de campaña, se encargaron de ellos. Los heridos fueron atendidos por el Dr. Czesław Bydałek y la Dr. Irena Konieczna. En toda la ciudad se había decretado la oscuridad y los habitantes cubrieron todos los cristales con tiras de papel para que no se rompieran tan rápidamente.
La autora y el autor del proyecto no se interesaron tanto por el transcurso de los acotencimientos en sí, sino por el cambio en las relaciones entre los alemanes residentes en el lugar y los polacos. ¿Qué cambió en el transcurso de esos pocos días? Es evidente que en las mismas relaciones entre vecinos, que hasta entonces se habían entendido de forma pacífica, imperaba ahora la desconfianza.
De los informes de testigos de la época se desprende que con el inicio de la guerra creció de forma vehemente el temor frente a los habitantes alemanes. Las sospechas y acusaciones aumentaron y la primera consecuencia fueron las detenciones. De ello informó Ulrich Kuss que de adolescente sobrevivió por los pelos a una acusación por actividad antipolaca. Después fue detenido también su padre – junto con otros habitantes alemanes de Inowrocław –. Este testigo no vio con sus propios ojos que los ciudadanos polacos de la ciudad mataran a habitantes alemanes, pero él cuenta que tras la entrada de la “Wehrmacht” participó en la exhumación de alemanes fusilados [Véase documento 3: Relato de un alemán de Inowrocław].
Los testigos polacos de la época informan por otra parte de sabotaje alemán. De ello hablaron, entre otros, Edmund Łuczkowiak y también Ludomira Kordylas que recuerda haber oído que Juliusz Kadalowski (alemán, dueño del desolladero) hizo señales a aviones de reconocimiento alemanes con ayuda de grandes espejos en la chimenea de su desolladero. Se trataba de un ambiente cargado de sospechas, confirma igualmente el Profesor Marian Biskup que recuerda algunas víctimas mortales alemanas; el asesinato de los miembros masculinos de la familia alemana Fuchs es también narrado por Stanisław Mikołajczak [Véase documento 4: La "quinta columna"].
Todo parece indicar que hubo bastantes más víctimas alemanas. La autora y el autor comprobaron que los fallecimientos de alemanes habían sido registrados en el registro civil de Inowrocław . En el „registro de fallecimientos de 1939“ se encuentran bajo los números 483, 484, 499 junto a Otto Fuchs, el conocido jardinero alemán que todos los testigos polacos recuerdan tan bien, sus dos hijos Hans y Emil, también jardineros. En esta familia murieron todos los hombres. Pero nadie sabe en qué circunstancias .
De la parte polaca murió también Kadalowski (correctamente: Kadolowski). ¿Fue realmente culpable? No lo sabemos. Más tarde la ulica Orłowska, cerca de la cual él había vivido, tomaría su nombre. De forma similar debió de suceder con los otros patrones del nombre alemanes Otto Fuchs, Otto Berndt, Karl Scheidler, Otto Schmidt o Herbert Lemke. Hoy ya no se puede averiguar si realmente fueron saboteadores o si fueron víctimas de calumnias y de la psicosis general de la guerra.
En el registro de fallecimiento del registro civil del año 1939 se encontró la respuesta a la pregunta que se planteó al principio del proyecto. Bajo el número 532 la autora y el autor encontraron una inscripción excepcionalmente extensa. Cuando murió Herbert Lemke era propietario de una empresa privada de la ulica Orłowska 24. Vivió de 1906 a 1939. Su padre Heinrich era maquinista.
La muerte de Herbert Lemke fue notificada por su mujer Gertrud. También se conserva la inscripción de que Heinrich Lemke (es decir, el padre), con domicilio en la calle Jacob (es decir, ulica Św.Jakuba) n° 60, y el jardinero Georg Baer, con domicilio en la calle Heilig-Geist (es decir, ulica Św. Ducha) n° 41, fueron testigos de su muerte.
Esta muerte, que con toda seguridad fue completamente innecesaria, ocurrió el 7 de septiembre de 1939, por lo tanto un día antes de la ocupación de la ciudad por las tropas alemanas. Poco después los alemanes denominaron a la ulica Przypadek, que se encuentra a lado de la ulica Orłowska, calle Herbert-Lemke. Por lo tanto, un hombre completamente normal puso nombre a una calle de Inowrocław.
El pequeño pueblo de Markowice se convirtió el 8 de septiembre de 1939 en escenario de un acontecimiento espectacular. Markowice está a aprox. once quilómetros al sur de Inowrocław. Era un lugar conocido por su bello Santuario de María. Allí se encontraba además laa gran finca de la familia alemana [von] Heidebreck. El fundador del patrimonio fue Arnold von Wilamowitz-Möllendorf, cuyos ambos hijos fueron personalidades conocidas : Hugo, el mayor (1840-1905) hizo carrera como superior conventual de la provincia de Posen, mientras que Ulrich (1848-1931) fue un filólogo clásico conocido en todo el mundo.
En el palacio y en la explotación de la finca trabajaban tanto alemanes como polacos. Los testigos de la época declaran de forma unánime que los propietarios alemanes trataban muy bien a sus trabajadores. Esto lo confirma la señora Stanisława Filipczak cuando cuenta que los trabajadores recibían alimentos adicionales y petróleo los días de fiesta, y podían utilizar la biblioteca que la dueña de la finca había recopilado. De ello también habla Ewald Reich que se crió con los niños del ayudante de cámara Stanisław Kaleta que vivía con su familia en la casa de la finca; aquí tenían lugar festividades conjuntas, también se celebraban bodas polacas.
Sin embargo, el 8 de septiembre ocurrió algo que cambiaría durante muchos años la vida de los habitantes de Markowice. En el momento en que una patrulla alemana pasaba por el recinto de la finca abandonada transitoriamente, los polacos del lugar pasaron a la ofensiva. Se produjo una verdadera batalla en la que no sólo cayeron todos los soldados alemanes sino que murieron casi todos los habitantes alemanes del pueblo (los polacos querían seguramente eliminar testigos). Tan solo se salvó el cajero Jaschik que pudo esconderse en el monasterio. Como represalia los alemanes convirtieron a Markowice en una colonia penal y muchas personas fueron fusiladas o deportadas a campos - entre ellas también los monjes completamente inocentes que además habían escondido a Jaschik en su monasterio.
Este acontecimiento cuenta ya con una narración pero la autora y el autor del proyecto encontraron el informe del alemán nacido en Markowice Ewald Reich que visitó Kujawien hace algunos años y entregó sus memorias al señor Edmund Mikołajczak, el profesor que dirigía el proyecto.
El señor Reich sobrevivió porque en septiembre de 1939 no se encontraba en Markowice. Pero sus padres y todos sus hermanos murieron: su padre Adolf (jardinero en la finca Heidebreck), su madre Anna, su hermana Gertrud y su hermano Walther. En un solo día perdió a toda su familia. No pudo entender por qué los polacos procedieron de una forma tan cruel con sus vecinos alemanes con los que habían convivido de forma ejemplar en la época de entreguerras. Tal como él asegura, su familia se había comportado siempre de forma leal frente al estado polaco. Dijo que él mismo había estado muy orgulloso de su título de campeón de remo polaco (él había remado en Bydgoszcz). El señor Ewald Reich llegó a Markowice desde el Belm alemán para dejar flores con un lazo conmemorativo en el lugar en el que hace años fueron enterrados los alemanes de Markowice.
Antes de que las tropas alemanas entraran en la ciudad una parte de los alemanes residentes en el lugar ya celebraron la victoria. Esto lo describe Jerzy Weber, un profesor jubilado que el 7 de septiembre fue testigo del siguiente escenario. Un coche descubierto portando una bandera roja con la cruz gamada pasó por la ulica Solankowa. En el coche iban tres personas de Inowroclaw que fueron reconocidas inmediatamente por el señor Weber. Eran el sastre Emil Nickel, („mi sastre que vivía vis a vis en la ulica Wikaryjka ...“), Willi Jaretzky, propietario de un almacén de madera de la ulica Staszica, y Georg Radetzki, propietario del conocido comercio de vino y vinagres de la ulica Św. Mikołaja. Ellos desfilaron por la ciudad antes de que entrara la “Wehrmacht” El señor Georg Radetzki que iba en el coche era el mismo Georg Radetzki que poseía el comercio de vino y vinagres, aquél del que Władysław Hetmaniak se acordaba bien y del que decía: „Un alemán que era muy amable con todos”.
En la época de la ocupación los nuevos dirigentes nacionalsocialistas tenían un pretexto excelente para tomar represalias, dicho de forma más concreta, para realizar una selección de los habitantes polacos que había sido planeada desde hacía tiempo. Para los polacos empezó el infierno. Pero incluso entonces hubo casos en los que los polacos fueron tratados solícitamente por sus vecinos alemanes y recibieron ayuda de ellos. Anna Możdżeń dice: „Recuerdo que uno de los alemanes del lugar se convirtió después en oficial de la Gestapo. Era una buena persona con los suyos“ (del contexto se desprende que se refiere más bien a los vecinos en general y no sólo a los alemanes). „Cuando vino el frío uno de mis conocidos alemanes me regaló un jersey”, recuerda Kazimierz Strauchman [Véase documento 5: La época de la ocupación en Inowrocław].
La respuesta a la pregunta de cómo eran los alemanes de Inowroclaw no puede resolverse de forma clara en base a los materiales expuestos aquí. Los más de 8.000 alemanes que vivían en el distrito de Inowrocław eran personas muy diferentes. Esto es completamente comprensible. Lo mismo puede decirse de los polacos. Es imposible averiguar cuántos alemanes de Kujawien soñaban con el retorno de una gran Alemania con Pomerelia, Großpolen y Kujawien occidental. No debe olvidarse que el Tratado de Versalles fue para muchos de ellos un dictado que no podía aceptarse. La actividad de organizaciones revisionistas – al frente la desacreditada "Selbstschutz" (“Autoprotección”) - es un hecho comprobado. Seguro que hubo menos alemanes leales tras la toma de poder de Hitler.
Los testigos de la época narran las acciones de una „quinta columna“, pero también recuerdan ejemplos de un comportamiento completamente distinto. Se acuerdan de la ayuda que recibieron de sus vecinos alemanes. Hubo casos en los que los alemanes les salvaron la vida. Pero al inicio de la guerra los vecinos alemanes mostraron de vez un cuando su “otra” cara. Las condiciones reinantes en los últimos días de agosto y en las primeras semanas de septiembre de 1939 son condiciones excepcionales en toda línea. Por aquel entonces se manifestaron comportamientos diversos, a veces muy extremos, de vez en cuando odio recíproco. En este ambiente especial resultaba fácil acusar y hacer sospechoso a alguien de forma injustificada. La psicosis de guerra hizo el resto. Probablemente de esta forma debe intentar explicarse lo que ocurrió en Inowrocław o en Markowice donde personas completamente inocentes, a veces familias completas, encontraron la muerte.
Uno de los testigos de la época, Kazimierz Strauchman, dijo al final de su informe: „Según mi opinión no se puede juzgar a una persona por el hecho de ser alemana o polaca. Hay simplemente buenas y malas personas.”