Małgorzata Kołodziejska y Anna Słowińska participaron en 1998 en un concurso de historia contemporánea de la Fundación Stefan Bathory y de la Fundación KARTA. El punto de partida de sus investigaciones histórico-regionales fue el \"Monumento al corazón roto\" que recuerda al llamado campo de internamiento de juventud de Polonia en el que las SS retuvieron a jóvenes polacos en condiciones a menudo inhumanas.
„Los acontecimientos más importantes de la historia de mi ciudad natal. Testigos y testimonios“ fue el tema del concurso de historia contemporánea convocado en 1998. El proyecto que se presenta aquí fue realizado por dos alumnas de un instituto de enseñanza media. Ellas recopilaron informes de testigos de la época y realizaron investigaciones en la biblioteca. Documentaron su trabajo y resultados bajo la forma de un ejemplar para el concurso.
El monumento
Łódź-Doły es una típica acumulación de bloques de vivienda de hormigón. Desde diciembre de 1942 hasta mediados de enero de 1945 hubo aquí dos campos de concentración de niños: en la calle Przemysłowa el llamado campo de internamiento de jóvenes de Polonia, en el que niños y jóvenes polacos tuvieron que realizar trabajos forzados, y en la calle Sporna el llamado campo de germanización, en el que niños y jóvenes polacos debían convertirse en alemanes. En 1947 la administración comunista de la ciudad hizo desaparacer todas las ruinas de estos campos para que pudiera surgir en este recinto un „barrio socialista y optimista“ sin vestigios de su terrible pasado.
Hasta 1964 no se informó sobre los campos. En 1968 se habló por primera vez de que se tenía que recordar el sufrimiento de los niños y erigir un monumento que debía ser construido gracias a la colaboración de jóvenes de toda Polonia a partir de la recaudación de una recolecta de chatarra y papel viejo.
El monumento, que fue inaugurado el 9 de mayo de 1971, muestra la figura desnuda de un joven ante un corazón roto [véase imagen »Pomnik Martyrologii Dzieci« – Monumento al sufrimiento padecido por los niños]. Las personas que se reúnen aquí varias veces al año han perdido en su mayoría más que la niñez en este lugar. En realidad el recuerdo del pasado es preservado tan sólo por este grupo que vive disperso por toda Polonia y que cada año se hace más pequeño, contando actualmente quizás con 500 personas.
Motivo de la investigación
Las autoras del trabajo, alumnas de un instituto de bachillerato de Łódź, cuentan cómo surgió la idea del proyecto
En el monumento del parque nos encontramos con una mujer mayor que está encendiendo una luz funeraria.
„De año en año decae cada vez más,“ nos dice en voz baja, „en algunos años ya no habrá nadie y no sé si alguien se preocupará por este lugar. Hay que ver cuánta pena cae en el olvido.“
„Hemos oído que aquí hubo un campo de concentración de niños. ¿Estuvo usted en el campo?
„Yo era el número 11. En el campo todos éramos sólo números, nos quitaron la niñez, la libertad, la familia y la identidad; a algunos incluso la vida.“
De esta forma conocimos la historia del campo que antes se encontraba en el recinto del parque actual. Algunos días más tarde la señora Barczyńska – nuestra conocida del monumento – nos invitó al club Kolbe, para que pudiésemos conversar con otros supervivientes del campo de la calle Przemysłowa. Este encuentro nos hizo comprender que las personas que vemos por la calle son un extraordinario libro de historia viviente, pero también nos mostró cuántos temas y cosas de nuestro alrededor se olvidan y pasan por alto aunque en realidad merezcan una especial atención.
Hablar sobre el campo fue una experiencia difícil para todos los supervivientes que despertó una gran cantidad de emociones; sin embargo todos coincidieron en afirmar que lo más importante para ellos era no dejar que „su“ campo cayera en el olvido a fin de que las generaciones futuras conocieran su tragedia y no permitiesen que algo así se repitiese de nuevo. Con nuestro trabajo hemos cumplido el deseo de los antiguos presos de la calle Przemysłowa: Es una piedra en la consrucción de un „puente del recuerdo“ que tiende un arco hacia los siglos venideros.
Cómo surgió el campo
El campo de niños de Lodz fue erigido en base a un decreto de Heinrich Himmler del 28 de noviembre de 1942. El 11 de diciembre de 1942 llegó el primer transporte. Se dice que Himmler dijo a funcionarios de alto grado de las SS -como pretendiendo motivar su decisión-: „Debéis quitar a las otras naciones todo lo que sea de alguna forma de valor para nuestra sangre, si fuera necesario, debéis quitarles a sus hijos.”
Oficialmente el campo servía para mantener alejados de la población alemana residente en Polonia a supuestos „criminales“ menores de edad y para educarlos según la ideología nazi.
Las personas internadas en el campo variaban muy a menudo a causa de la alta mortalidad. Hasta 20.000 niños de edades comprendidas entre dos y 16 años podrían haber pasado por el campo. No se conoce el número exacto ya que la administración del campo falsificó intencionadamente el registro de presos, rebajó el número de los fallecimientos e indicó falsas causas de muerte. La mortalidad era muy alta aunque en el campo no había crematorios ni cámaras de gas. El campo de Litzmannstadt fue llamado a menudo „pequeño Auschwitz“ debido al gran número de niños que murieron allí.
La frecuencia de los transportes se pueden deducir de los números que se les daba a los pequeños presos según el orden de sucesión; por ejemplo el niño de doce años Tadeusz Młynarczykowski de Dębica, que fue internado el 21 de abril de 1943 recibió el número 1416 y la niña de cinco años Maria Giersztol, que llegó el 10 de septiembre de 1943 de Mosina, el número 5899. Los niños eran traídos al campo por causas variadas, a menudo sin ninguna importancia; por ejemplo, cuando eran detenidos por faltas leves. También se internaron niños cuyos padres habían sido detenidos o ejecutados. [Véase: documento 1: »Cómo llegué al campo …«].
La realidad del campo
En el campo cada día comenzaba y terminaba con una llamamiento. Tras el llamamiento matinal los pequeños presos eran distribuidos para el trabajo. Tenían que cumplir diversas tareas (coser, doblar agujas de forma que quedaran rectas, etc.), en la mayoría de los casos se les empleaba para las necesidades de las fuerzas armadas [Véase: documento 2: La vida en el campo].
Los recuerdos más horribles se refieren a la llamada „sala de los enfermos“ que en realidad era más bien una „sala de los muertos“ . Allí se llevaban a niños muy enfermos que ya no podían moverse por sus propias fuerzas. Sydomia Bayer dirigía esta barraca de enfermos y había obtenido este cargo sólo porque había realizado un curso de primeros auxilios antes de la guerra. Ella „examinaba“ con un palo si los niños ya estaban de nuevo sanos. Ella no podía soportar que permaneciesen allí tumbados sin hacer nada . Maria Jaworska (número 501) se acuerda de que en febrero de 1944 Sydomia Bayer llevó a la niña de diez años Teresa Jakubowska descalza al patio porque había orinado en la cama. La golpeó y la mojó con agua fría. Pocos días después murió Teresa. En los documentos del campo se indica la tuberculosis como causa de la muerte. Se abusó de los niños para realizar ensayos infectándoles con diferentes enfermedades y experimentando con ellos presuntos nuevos métodos de curación. Los medios de curación populares eran la sal, que se decía que curaba la ictericia, y el lisol, para desinfectar heridas.
Entre los detenidos había un grupo especial formado por aquellos niños que estaban destinados a la llamada germanización y que debían ser transportados a Alemania. Un primer examen de estos niños ya tenía lugar en la escuela de campo de los más jóvenes donde se les enseñaba alemán y disciplina. La posterior selección según puntos de vista racistas se realizaba durante llamamientos especiales en presencia del comandante del campo Ehrlich y de miembros de la Oficina principal para la Raza y Asentamiento (Rasse- und Siedlungshauptamt /RuSHA – Główny Urząd Rasy i Osadnictwa).
El criterio principal era la llamada apariencia aria, es decir, ojos azules, piel clara y pelo rubio. Después los alemanes „potenciales“ eran alojados en un antiguo convento de la calle Sporna 73 (en la llamada Oficina de la Raza ) . Aquí se aplicaba el principio del pan de azúcar y el látigo. Los niños que aprendían bien y que se atenían a las reglas de la vida del campo eran recompensados. Estos recibían raciones especiales como por ejemplo panecillos con margarina, mermelada o embutido e incluso dulces. En el campo se creaba un ambiente de desconfianza mutua y se transmitía el convencimiento de que a la dirección del campo no le pasaba nada desapercibido. La estancia aquí duraba como máximo unas semanas. Durante este tiempo los niños eran obervados y examinados pasándose después a decidir sobre su destino: o bien eran calificados de „valiosos para la raza“ o de „sin valor para la raza“. [Véase documento 3: El campo de germanización].
La mayoría de los niños de la calle Przemysłowa morían a causa de enfermedades o como consecuencia de lesiones corporales o agotamiento físico. Sin embargo, unas 1000 personas pudieron vivir la liberación. Hasta hoy no se ha aclarado el destino de un número difícil de determinar de pequeños presos; ya que había niños para los cuales el campo tan sólo era una estación de paso, y que después eran trasladados a otros lugares.
La liberación del campo y la vida de después
Los alemanes abandonaron el campo el 18 de enero de 1945 dándose a la fuga. [Véase documento 4: La liberación del campo]. Una parte de los detenidos desapareció en una ciudad desconocida para ellos. Se les encontró hambrientos y helados de frío en casas, tiendas y bodegas vacías o en las entradas de las casas. Algunos de ellos encontraron protección y acogimiento en casas de familias de Lodz, otros regresaron a casa. Unos 230 niños que merodeaban por las calles ingresaron en el servicio de asistencia social creado con carácter de urgencia por la administración municipal.
¿Cómo fue la vida posterior de los antiguos reclusos del campo? ¿Es la memoria humana lo suficientemente selectiva como para desterrar una pesadilla de la que uno no puede despertar? ¿Organizaron sus vidas y aprendieron de nuevo a confiar en las personas y a dormirse sin tener miedo de una „visita nocturna“ de los guardas?
El regreso a la vida normal fue difícil. Las heridas psíquicas que los presos habían sufrido en el campo se manifestaron en muchos ámbitos de la vida. La realidad sin el alambre de púas era diferente; durante mucho tiempo no sintieron confianza. Algunos niños como por ejemplo Zofia Kowalewska (número 5963) sufrieron temor mucho tiempo después del fin de la guerra ante cada persona que mirase en su dirección.
Estas experiencias inhumanas marcaron toda la vida adulta de los antiguos detenidos. Una salud quebrantada pero sobre todo las consecuencias de las lesiones psíquicas se pondrían de manifiesto años después. Wacława Barczyńska cuenta que hasta el día de hoy suele gritar por las noches. Tiene alucinaciones de origen nervioso y ve ratas que merodean por el suelo. Por lo demás, todos los antiguos detenidos sufren miedos que provienen de la época del campo.
En su trabajo en el proyecto sobre campos de internamiento de jóvenes de Polonia las dos autoras pudieron convencerse de que con el paso de los años cada vez quedan menos testigos y de que, con el tiempo, los hechos se hacen borrosos, los recuerdos inducen a error y las huellas del crimen desaparecen. Los informes fragmentarios de los antiguos presos ofrecen la única garantía de continuidad de la historia del campo de niños, y es el único conocimiento que se transmite a los descendientes sobre la vida y la muerte detrás de las alambradas del „Pequeño Auschwitz“. La juventud actual no conoce gran parte de aquellos acontecimientos pero los pocos testigos del crimen que aún siguen vivos no quieren que sea olvidado. Ya que no podemos olvidar.